Cada día una gota más, a veces un sorbo que te libera de la presión y al día siguiente una nueva gota que cae sobre las anteriores aumentado el volumen de tu angustia.
Y por fuera... por fuera nada indica la tormenta interior, Nadie parece darse cuenta ni sabría explicarselo a Nadie, porque Nadie tampoco querría escucharlo, y así sigues regalando sonrisas y mostrándote serena, infranqueable y risueña.
Hasta que una pequeña gota hace tambalear al resto, el líquido se derrama y la angustia contenida estalla en un mar de ansiedad... quebrando tu compostura, tu saber estar y borrando la sonrisa de tu boca.
Y te sientes sola, desnuda ante el mundo, con único ropaje que tu debilidad, una fragilidad aprovechada por muchos.
Entonces solo te cura su abrazo, aspirar el olor de su cuello mientras sus manos te rodean la espalda, y solo necesitas su abrazo...
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