Leyendo uno de los cuentos de Atrapadas que toca el tema de la llegada de la menstruación me vino a la mente el día en que me paso a mí.
Era 3 de mayo de 1995, tenía 12 años, estaba en segundo de secundaria. Era miércoles, no había tenido mayor sintóma hasta una clase antes del recreo en donde el estómago me punzaba muy fuerte, recuerdo que durante el descanso estuve con Lucero en una esquina del auditorio quejandome del dolor de estómago que tenía, pero aún así, sabía que era un dolor diferente, no sé por qué no fui al servicio médico, a lo mejor ahí la doctora me hubiera comentado lo que estaba por suceder.
Ya de regreso en el salón, trate de poner atención a la clase pero de pronto tuve que salir corriendo al baño, por suerte estaba frente al salón, descubrí una manchita color marrón y no entendí nada. No era un dolor de estómago normal, regrese al salón. Por suerte era un día en el que no tenía clases en la tarde también.
Llegue a mi casa con los retorcijones, le platique a mi mamá de mi dolor y me dijo que de seguro era por algo que había comido en la escuela me había hecho daño, fue hasta que le mencione la manchita color marrón cuando entendió ella lo que había pasado, dijo, ya te bajo, ¿me bajó qué? pregunte, a lo que ella dijo la palabra menstruación, me asuste, me llevó al baño, me dio una toalla, dijo póntela y fue todo de parte suya.

Después de un largo rato comenzó a caerme el veinte, comencé a recordar la película que nos pusieron una vez en sexto de primaria, las pláticas en la secundaria y recuerdo que me sentí triste. En cambio creo que para mi madre fue todo un suceso, se los contó a todas mis tías, a mi papá.
¡Qué vergüenza!
Antes de leer "Un día tan esperado", de Nuria Almergon, para mi la menstruación no ha sido algo que disfrute (bueno, quién lo disfruta), son 7 días en los que me siento tan incómoda, en que los cólicos no me dejan en paz y en los que maldigo ser mujer; ojalá mi mamá me hubiera platicado una lindo cuento para no sentir que es más un castigo que una bendición.