La vida humana es un reto que no siempre resulta fácil de sobrellevar,    especialmente si lo hacemos en solitario. Es frecuente que nos    enfrentemos a situaciones nuevas y desconocidas que exigen lo mejor de    nosotros.      Sin embargo cuando los requerimientos rebasan nuestra capacidad o    disposición, se hace necesario buscar y aceptar apoyo, para lo cual el    requisito esencial no es otro que confiar, confiar en los demás.
Confiar en los demás no es algo fácil, especialmente si nos hemos    sentido engañados o traicionados y hemos aprendido que muchos, quizás la    mayoría de las personas, ocultan, exageran o mienten para evitarse    incomodidades o para obtener beneficios particulares.
¿Por qué debemos confiar en los demás? Es necesario confiar en los demás    porque, salvo contadas excepciones, se nos dificulta estar solos.    Dependemos de otros para amar, aprender y enseñar. Es un hecho, que    compartir un secreto, darnos darse a conocer en pleno, iniciar una    relación amorosa, una sociedad comercial o convivir en familia, exige de    manera obligante el condimento de la confianza. Además, somos un    producto de quienes nos han rodeado, influido y enseñado, aunque esas    enseñanzas hayan estado coloreadas de amor o de dolor.
Los puntos de vista sobre la confianza en los demás siempre ha estado    dividido: Pensaba el poeta Juvenal: “Confiar en todos es insensato; pero    no confiar en nadie es neurótica torpeza”. Para Francois de la    Rochefoucauld, es más vergonzoso desconfiar de los amigos que ser    engañado por ellos. Sin embargo, para el dramaturgo norteamericano    Tennessee Williams, debemos desconfiar unos de otros. Es nuestra única    defensa contra la traición.
Lo cierto, es que no se puede vivir sin confiar, pero no es posible    confiar en todos. Sabemos que algunos se nos acercan desde su interés    egoísta, y dan valor a célebre frase: “el amor y el interés se fueron al    campo un día y más pudo el interés que el amor que le tenía”. Otros, sin    embargo, portan la semilla de la lealtad y la honestidad. He llegado a    pensar, que sólo resulta confiable aquel que nos ama, quien tiene una    férrea educación en valores o ese que se está beneficiando de nosotros    en alguna forma. Este último, será confiable, posiblemente, mientras    dure su provecho.
Muchos sabios y filósofos aconsejan desconfiar. Para Sai Baba, no se    debe buscar en el hombre lo que sólo Dios puede proveer; Gurdjieff ha    dicho, que es inteligente no dar demasiada confianza a las personas, y    que dentro de cada persona hay muchas personas, por lo que no se hace    fácil confiar. Osho, sólo confía en los que se han desarrollado    espiritualmente. Una amiga me dijo hace años, que sólo eran confiables    los que crían en el karma y en Dios.
Pero, ya que no podemos prescindir de las relaciones, que existen    numerosos beneficios en los vínculos basados en la confianza y que    resulta necesario correr riesgos, debemos aprender a saber en qué    personas podríamos confiar.
Las personas más confiables tienden a ser aquellas que:
- Conocemos muy bien, por sus obras, más que por sus palabras.
- Son recomendados por gente que nos ama, nos respeta o admira.
- Se atreven a decirnos asertivamente la verdad y muestran desacuerdos.
- De formación espiritual y de valores claros y fuertes.
- Que no tienen interés especial en obtener algo de nosotros.
- Tienen tradición de responsabilidad, prudencia y discreción.
- Temen conscientemente las consecuencias espirituales de sus actos.
Mi recomendación final sobre este tema, es que comprenda usted que todos    cambian, que los engaños son producto de la ignorancia, que cada día es    nuevo, que perdonar sana, y que así como a usted le gustaría que otros    confiaran en su palabra, otros también lo anhelan y lo valoran. Como    dice Antonio Bolinches: “Si piensa usted que es posible cambiar, por qué    no confiar en que otros podrían?
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